Ocurre algo curioso con las mujeres arquitectas: en España se gradúan muchísimas más de las que acaban trabajando en la profesión para la que se han preparado. ¿Por qué?
A pesar de haber diseñado y proyectado juntos durante 50 años, Robert Venturi recibió el Pritzker en 1991, pero Denise Scott Brown, su mujer y compañera de estudio, no le acompañó a recogerlo. ¿La razón? Ella había sido excluida del galardón: «El mundo necesita gurús y los gurús son hombres», dijo al respecto en una entrevista a El País.
En 2013, un grupo de estudiantes de Harvard inició una petición en internet para solicitar la concesión del Pritzker de manera retroactiva para Scott Brown. La petición fue firmada, entre otros, por el propio Robert Venturi, a pesar de que en 1991, en su discurso de aceptación, no reclamó compartir el premio -aunque sí mencionara que ella realizaba más del 50 % del trabajo-. La petición fue desestimada por el jurado, quien alegó que no se podían hacer ese tipo de concesiones con carácter retroactivo.
Este ejemplo es quizá el más sonado, pero existen muchos más. “Las arquitectas españolas no lo han tenido fácil, han enfrentado grandes obstáculos para integrarse y mantenerse en la profesión. A base de mucho esfuerzo, han conseguido, y no siempre, ganarse el respeto ante situaciones discriminatorias. La falta de integración se hace evidente cuando relatan su experiencia a través de sucesos anecdóticos, representativos del trato en un entorno profesional masculinizado, donde las mujeres son todavía poco ‘tomadas en serio’ y experimentan situaciones de verdadera injusticia”, se lee en el trabajo de las arquitectas Yolanda Agudo e Inés Sánchez de Madariaga Construyendo un lugar en la profesión: trayectorias de las arquitectas españolas (Revista Feminismos 17, 2011).
No obstante, hace más de una década de aquel estudio; hoy, pareciera que el feminismo ha ganado la batalla, y que ser arquitecta es tan sencillo, o tan complicado, como ser arquitecto. Sin embargo, los datos dicen otra cosa.
“Aunque la historia de la igualdad de género (profesional), así como la situación social y política varía dentro de los países socios, existen muchas similitudes con respecto a la situación actual y los desafíos que las arquitectas e ingenieras civiles tienen que enfrentar: la imagen masculina del sector de la construcción, largas jornadas laborales difíciles de compatibilizar con las tareas familiares, discriminación indirecta basada en el trabajo a tiempo parcial, sexismo, etc”, se lee en el análisis Promoting Women in Architecture and Civil Engineering, impulsado por la Unión Europea.
El mismo, basado en multitud de entrevistas realizadas a arquitectas e ingenieras civiles en 2020, muestra que a lo anterior se le suma una gran brecha salarial entre hombres y mujeres, que varía desde el 7% al 20% en los países analizados. “Las razones de la brecha salarial como tal están relacionadas con diferentes hechos: la elevada tasa de mujeres profesionales que trabajan a tiempo parcial (en todos los países socios, el porcentaje de mujeres que trabajan a tiempo parcial es mucho mayor que el porcentaje de hombres); el trabajo no remunerado realizado por mujeres profesionales; la falta de confianza en sí mismas con respecto a las negociaciones salariales…”, se lee en el estudio.
¿Dónde están las arquitectas?
En España, de los 50.305 arquitectos colegiados en 2019, solo un 31% eran mujeres -pese a que se graduaron como arquitectas un 53% de mujeres-. Es un dato que se repite, con cifras similares, en toda Europa. “Seguimos viendo que las mujeres estudian mucho arquitectura, pero luego, la obra sigue siendo un mundo bastante masculino. Será por el hormigón y el hierro, que son materiales duros y fríos”, ironiza la arquitecta Teresa Sapey (AD 100 2023).
¿Dónde están, pues, las arquitectas? “Es una pregunta recurrente, y por mi experiencia, se repite en todas partes”, explica Amelia Vilaplana, arquitecta y fundadora de Vilaplana Studio, profesora en la Bartlett School of Architecture UCL y profesora asociada en Oxford Brookes. Ella misma lo ha constatado en la Bartlett School of Architecture, donde se encarga de las admisiones: “Cada vez hay más solicitudes de mujeres a nivel internacional, suponen casi un 50%. Y, pese a que trabajo en unas enseñanzas que no llevan más de diez años ofreciéndose, muchas de las mujeres que se gradúan siguen sin trabajar como arquitectas”, explica.
“Obviamente, las mujeres nos encontramos con ciertos problemas a la hora de desarrollar la profesión, porque seguimos asumiendo gran parte de los cuidados -que incluyen otros trabajos, además de la maternidad-, pero es un tema muy complejo. Hay un libro de Despina Stratigakos, Where Are The Women Architects? (Princeton University Press, 2016) que hace la misma constatación”, continúa.
“Hay otras profesiones muy exigentes y tradicionalmente masculinizadas, como la medicina, donde sí que se han integrado las mujeres, a diferencia de lo que ocurre en la arquitectura. Quizá es porque hay un sistema nacional de salud que ofrece otras garantías. En el mundo de la arquitectura existe el reto de conciliación, además del desafío de la visibilización y del verdadero reconocimiento en el ejercicio profesional. Es difícil no solo manejarse en la obra, sino hacerse hueco en sectores que son tradicionalmente un ‘club de hombres’, lo que abarca, por ejemplo, comidas de negocios con cierto tipo de clientes -que, en su mayoría, son también hombres-, donde los códigos y las formas de hacer son distintos a los de las mujeres».
Según el trabajo de la UE al que aludíamos antes, las arquitectas que consiguen entrar en el mercado laboral han de acogerse muchas veces a las jornadas de tiempo parcial para poder compatibilizar su labor de cuidadoras, tradicionalmente asociada con el género femenino, con el de profesionales.
Pero, además, este tipo de contratos se le suelen ofrecer más a mujeres en general: “Según la última Encuesta de Población Activa (EPA), en España hay 2,8 millones de trabajadores a tiempo parcial. Son un 13,5% de todos los ocupados y la cifra más alta desde 2020. El 73% -más de dos millones- son mujeres. La razón principal por la que alguien acepta este tipo de contrato es porque no le ofrecen uno a jornada completa. Aluden a esta razón casi la mitad de los que trabajan a tiempo parcial, pero mayoritariamente las mujeres. Concretamente, 977.500 mujeres frente a 387.200 hombres”, se lee en un artículo de RTVE que recoge datos de 2023. “En algunos casos, el trabajo a tiempo parcial significa trabajo y contrato precarios, ocultando largas jornadas no remuneradas”, se extrae, por su parte, del documento de la Unión Europea.
“La arquitectura es una profesión muy dura, que exige un gran empeño, una dedicación completa, un gran sacrificio, un horario ilimitado. Cuando yo estudiaba arquitectura, mi madre me decía: ‘Hija, ¿por qué no estudias farmacia? Así tendrías un horario fijo, abres y cierras la farmacia, y te vas’. Yo no entendía qué quería decir, porque yo he nacido con la misma vocación creativa que Francesca [su hija]. Pero ahora lo entiendo, porque trabajo las 24 horas del día: en mi cerebro, siempre”, reconoce Sapey.
Una discriminación sutil
Según el informe del Consejo Superior 2018, en España el 54,7% de las arquitectas ha sufrido algún tipo de discriminación por razón de género, y el 12,2%, acoso psicológico por razón de género. El mismo informe menciona que el 17% de las arquitectas han sufrido acoso en su lugar de trabajo. “En nuestra opinión, la discriminación de género ha evolucionado desde sufrir (no siempre) bromas desafortunadas en el lugar de trabajo hasta formas más refinadas de ignorar la aportación de las mujeres, como los frecuentes paneles exclusivamente masculinos o el desprecio por la presencia de mujeres arquitectas en los jurados de los premios”, aportan los expertos consultados en Promoting Women in Architecture and Civil Engineering.
“Quizá el hecho de que existan menos mujeres trabajando en la arquitectura tenga que ver con que todo el universo que rodea a la profesión está masculinizado. El mundo de la construcción, por ejemplo, está compuesto casi exclusivamente por hombres, y en él, la autoridad que ejerce una mujer no siempre es bien recibida. Tengo compañeras que han sufrido estos problemas en primera persona, así como situaciones bastante violentas que han acabado en denuncias profesionales”, aporta Vilaplana.
Sapey y Cristina Domínguez Lucas (del premiado estudio Lucas y Hernández Gil, AD 100 2022), por su parte, no reconocen haber sentido esta discriminación. “Afortunadamente, el panorama actual ha mejorado mucho. Me siento en igualdad de condiciones que mi socio Fernando”, explica Domínguez Lucas.
“A las entrevistadas les cuesta mucho admitir la discriminación sufrida, por su naturalización. En un primer momento, niegan cualquier desventaja con respecto a sus compañeros en la Escuela, si bien, a medida que avanza su discurso, emergen evidencias machistas en sus experiencias, más aún cuando se hace referencia a la actividad profesional”, escriben Agudo y Sánchez de Madariaga.
Así, Domínguez Lucas reconoce que, aunque en líneas generales no ha sentido discriminación, ha vivido ciertas experiencias de desigualdad: “Cuando salí de la carrera, sí tuve algún encontronazo con algún constructor, pero no sé si fue por ser mujer o por mi juventud en ese momento (y mi apariencia de niña)”.
Incluso las jóvenes alumnas de Vilaplana son rara vez conscientes de que el mundo arquitectónico es predominantemente masculino -realmente, la gran mayoría de los edificios que habitamos han sido construidos por ellos-. Se considera, como en tantos campos, que esta visión masculina es “general”, aunque deje fuera de su mirada al 50% de la población.
“El planteamiento de que una mujer podría crear los espacios de manera distinta, o el mero hecho de tomar consciencia de que la visión arquitectónica del hombre es la hegemónica resulta novedoso para muchas, y a algunas, incluso les molesta que lo señale. Parece que estamos tan acostumbradas a esta situación que no sentimos que haya una desigualdad, pues la discriminación, en muchos casos, no se realiza de manera directa”, reflexiona la profesora.
Un camino esperanzador
El trabajo de la UE concluye: “La igualdad de género en la profesión está mejorando, pero no lo suficiente. Las arquitectas merecen igualdad de oportunidades, iguales ingresos, igual reconocimiento e igual respeto como profesionales serias. Solemos centrarnos en las oportunidades y los ingresos (aún desequilibrados), pero el reconocimiento y el respeto todavía están muy, muy lejos. Esto se demuestra fácilmente con solo mirar la lista de arquitectos premiados, en concreto, en España”.
“Me gusta ser optimista, y pensar que las cosas siempre van a mejor. Nuestro equipo de diseño está compuesto íntegramente por mujeres (aparte de mi socio)”, aporta, por su parte, Domínguez Lucas. “Yo me eduqué con unos referentes muy potentes: Kazuyo Sehima y Zaha Hadid, dos arquitectas en la cumbre de la arquitectura mundial”.
Rescatar y poner en valor el trabajo de las mujeres arquitectas es, efectivamente, una tarea importante para que se cree un ideario en el que las que están por venir tengan cabida. “Hay mujeres que están trabajando, pero cuyo trabajo no se ve. Sin embargo, muchas arquitectas estamos contribuyendo de distintas maneras desde el mundo académico y, también, de forma altruista, para lograr que esto cambie. Por ejemplo, organizando congresos de arquitectura y género internacionales en los que se invita a mujeres a exponer su trabajo, y en los que se recuperan los proyectos aportados por las arquitectas a lo largo de la historia tanto de manera independiente como en estudios en los que realmente tuvieron una autoría mucho mayor de la que se les suele reconocer”, cuenta Vilaplana.
En este sentido, la Universidad de Alicante está recogiendo el legado de las arquitectas españolas, mientras que Virginia Tech está haciendo lo propio con las internacionales. “Ya no es importante hablar de las mujeres en sí porque han hecho arquitectura, sino analizar qué han aportado. Han dejado un legado diferente gracias a su experiencia personal, distinta de la masculina, y esto hace que muchas nuevas arquitectas encuentren su lugar y se sientan más reconocidas”, afirma la profesional, que reconoce que, gracias a procesos como este, la situación de las mujeres en la arquitectura está mejorando. “Es un reto social en general, algo que no puede suceder sin que toda la sociedad se implique. Está cambiando, pero no sucederá de un día para otro”.